Los síntomas del dengue incluyen fiebre alta repentina (superior a 38.5ºC), dolor de cabeza intenso, dolor detrás de los ojos, dolor en los músculos y articulaciones, y fatiga extrema. También pueden presentarse náuseas, vómitos y pérdida del apetito. Además, pueden aparecer manchas rojas en la piel.
En casos graves, pueden surgir señales de alerta como sangrado en encías o nariz, dolor abdominal fuerte, vómitos constantes y confusión mental. Estos síntomas indican la necesidad de atención médica urgente para evitar complicaciones.
El tratamiento del dengue clásico se basa en descanso e hidratación constante. Consumir mucha agua, jugos naturales y tés es crucial para evitar la deshidratación y ayudar en la recuperación. Los analgésicos como el paracetamol pueden aliviar la fiebre y el dolor, siempre bajo orientación médica.
No existe un antiviral específico para el dengue, por lo que el monitoreo continuo de los síntomas es fundamental para evitar complicaciones. Además, una dieta ligera y nutritiva contribuye al proceso de recuperación.
El dengue hemorrágico es una forma grave de la enfermedad que requiere hospitalización inmediata. El tratamiento incluye hidratación intravenosa y monitoreo constante para prevenir complicaciones como el choque circulatorio. En algunos casos, puede ser necesaria una transfusión de sangre o plaquetas.
El diagnóstico temprano es esencial para evitar el agravamiento. El tratamiento incluye control riguroso de los síntomas y cuidados intensivos para mantener la estabilidad del paciente.
El tratamiento complementario incluye mantener una hidratación constante mediante líquidos orales o intravenosos y realizar reposo absoluto. Además, pueden utilizarse compresas frías para aliviar la fiebre y reducir el malestar general.
Es fundamental adoptar medidas complementarias que refuercen el tratamiento médico, como evitar esfuerzos físicos y mantener un entorno tranquilo que facilite la recuperación del paciente.
La vacuna contra el dengue se recomienda para personas que ya han tenido contacto previo con el virus, reduciendo la severidad de futuras infecciones. Es especialmente indicada en regiones con alta incidencia de dengue, como medida preventiva.
Aunque la vacuna es efectiva para reducir complicaciones graves, no reemplaza otras medidas preventivas. Es esencial seguir utilizando repelentes y eliminando posibles criaderos del mosquito Aedes aegypti para evitar la transmisión del virus.
Es importante consumir alimentos ligeros y nutritivos durante la recuperación del dengue. Frutas ricas en agua, como la sandía y la naranja, ayudan a mantener la hidratación. Sopas y caldos proporcionan energía y son fáciles de digerir.
Además, alimentos ricos en hierro, como vegetales verdes y carnes magras, contribuyen a la recuperación, especialmente en casos de pérdida de sangre. Evitar comidas pesadas o muy grasas facilita la digestión y promueve una mejor recuperación.
Es fundamental evitar medicamentos como aspirina e ibuprofeno, ya que aumentan el riesgo de sangrado al afectar la coagulación. Estos fármacos pueden agravar los casos de dengue hemorrágico, poniendo en riesgo la salud del paciente.
El paracetamol es una opción más segura para controlar la fiebre y el dolor, siempre bajo supervisión médica. Es esencial seguir las recomendaciones del médico y evitar la automedicación para garantizar una recuperación segura.
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